Yo quería ir a la playa. Relato escrito por Mikel Seisdedos

 

Yo quería ir a la playa

La mujer paseaba por los pasillos de piedra con calma, disfrutando del sol que entraba por las grandes ventanas abiertas. A su lado una niña pequeña, con dos trenzas finamente logradas y un vestido con un precioso lazo rojo a la espalda.

—¿Por qué me has traído aquí, mamá? —La mujer no respondió ni se detuvo. —No me gusta este sitio, yo quería ir a la playa.

Continuaron caminando en silencio, atravesando los haces de luces que cruzaban el pasillo y se desparramaban sobre la elegantísima alfombra. En un momento dado llegaron a una puerta y la mujer sacó una llave del bolsillo, abrió la puerta y entró. La niña se negó a entrar, cruzada de brazos al otro lado del pasillo, mirando por la ventana. Cuando la puerta se hubo cerrado, la niña golpeó el suelo con el pie y salió corriendo de vuelta por el pasillo. Bajó por varias escaleras empinadas y recorrió salones inmensos, siempre con la misma áspera piedra gris en las paredes, hasta llegar a la entrada principal.

Una familia se acercaba cargada de maletas, el padre delante, la madre detrás, los dos niños correteando y en brazos. La señora del hotel se acercó a recibirles.

—Buenos días, ¿han tenido buen viaje?

—Bueno, la avioneta se movía bastante —respondió la madre, soltando al niño que cargaba —. Parece que hay muchas corrientes entre las montañas.

—Unas pocas turbulencias —añadió el padre.

—Ocurre a veces, pero nunca es más que un poco de movimiento —argumentó la recepcionista con una sonrisa forzada. Era la sonrisa que ponía siempre que mentía.

—Yo una vez vi como una se estrellaba —vociferó la niña al cruzarse con la familia, mientras se acariciaba las trenzas y apretaba los lazos azules del final. No recibió más que una mirada de soslayo como respuesta a su comentario.

La niña dio una vuelta por la entrada y se dirigió de vuelta al interior. Fue golpeando los cristales de las ventanas, haciendo todo el ruido que podía.

—¿Por qué me habéis traído aquí? Yo quería ir a la playa —repetía una y otra vez.

Cuando llegó a la puerta de una habitación aporreó la puerta. Al escuchar los pasos apresurados al otro lado, corrió a esconderse. Una joven abrió la puerta y se asomó al pasillo. Miró a ambos lados y volvió a cerrar. La niña continuó avanzando por los pasillos angostos y las escaleras estrechas. En un pasillo de una planta superior se encontró con otras dos mujeres y se acercó a ellas.

—¿Por qué me has traído aquí, mamá? Yo quería ir a la playa.

Las dos mujeres miraron en su dirección, pero ninguna respondió. Siguieron su camino.

La niña volvió a bajar escaleras y a recorrer estancias. Se encontró a la señora del hotel despidiéndose de la familia que había recibido antes y alejándose por el pasillo. Corrió hacia la madre y gritó mientras cerraban la puerta:

—¿Por qué me has traído aquí, mamá? Yo quería ir a la playa.

No recibió respuesta.

Corrió el resto del pasillo y siguió al ama de llaves. La señora terminó por entrar en una habitación pequeña, tristemente decorada. La luz que entraba por las ventanas apenas iluminaba las paredes de piedra gris. En una repisa sobre la chimenea descansaba una foto de una niña que estrenaba su vestido nuevo, con un precioso lazo rojo a la espalda y dos trenzas adornadas con cintas azules.

La señora se acercó al marco y acarició la imagen, liberando algunas lágrimas.

—¿Por qué me has traído aquí, mamá? ¡Yo quería ir a la playa! —gritó la niña. Su cara completamente demacrada por el fuego, y restos de cristales arañando la fina piel.

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