La enfermera por Susana Pérez

La enfermera

La gente se arremolinaba al borde del Sena, preguntándose qué haría un barco pesquero subiendo río arriba. Los gritos, exclamaciones, empujones, convertían ese lado del río en el escenario perfecto del caos.

En su día a día Marta tenía que lidiar con tanta locura en el psiquiátrico que necesitaba un mínimo de orden y tranquilidad para sentirse a gusto. Ahora más que nunca. Se llevó las manos al vientre, levantó la cabeza y se abrió paso entre la gente. “Cuando cruce el puente, ya estaré más cerca” pensó, y caminó río abajo con decisión.

Una chica bajó del barco, todos exclamaron sorprendidos de que una chica de buen aspecto bajara de un barco que apestaba a pescado todo París. Los que estaban más cerca se apresuraron a ayudarla y ella les tendió la mano, agradeciéndoles el gesto y los relojes que les iba robando con una sonrisa.

Marta miró la hora, tenía que darse prisa o llegaría tarde al trabajo.

La chica con olor a pescado caminó río abajo. “Cuando cruce el puente, ya estaré más cerca” pensó. Levantó la cabeza y caminó decidida hacia su libertad. Esta vez ya no se metería en más líos. Tenía más o menos claro que quería hacer con su vida: encontrar un trabajo de verdad, quizás como enfermera o algo así ayudando a la gente; luego encontraría a alguien, se casaría y tendría dos hijos. Sonrió.

Marta miró al río, donde hacía ya tres años había dejado atrás su vida anterior, donde había decidido vivir una vida honrada. Sonrió. Al menos alguno de esos sueños se había cumplido.

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