El toro y la guitarra por Antonio

El toro y la guitarra

He dejado a mi hija en el colegio y me voy a comprar los ingredientes para hacer una tarta. Hoy cumple 5 años, y por la tarde vienen a merendar varias amigas del cole. Haremos una pequeña fiesta de cumpleaños, con canciones, regalos y alguna sorpresa.

Con los ingredientes en la cesta, voy a la tienda de instrumentos musicales a comprar una guitarra. Acabo de comprarle una muy bonita y la llevo para casa. Pero de pronto, sin saber qué ocurre, me encuentro con que en la calle todo el mundo viene gritando y corriendo, pasan por mi lado y se alejan con la cara descompuesta por el pánico.

Pregunto a uno de los que corren y, sin detenerse, me dice que se ha escapado un toro que llevaban a la plaza. Qué horror. Doy la vuelta para correr a toda velocidad, cuando me acuerdo de la película de Ferdinando y lo mucho que le gustaba la guitarra.

Me siento en un banco de la calle, tocando la guitarra. En esto, pasa corriendo más gente y detrás aparece un toro enorme, resoplando y dando cornadas. Yo estoy quieta, impasible, sin moverme del banco y tocando la guitarra.

El toro se ha detenido. Mueve una oreja, luego la otra, también el rabo, y se me acerca muy despacio. Me huele y se sienta a mi lado, así que sigo tocando, ahora improvisando porque se me ha acabado el repertorio de canciones.

Hay mucha gente que me rodea. Todos comentando lo tranquilo que se ha quedado el toro, antes desbocado y ahora relajado.

¿Qué veo? iSi ya son casi las cinco! Me voy corriendo a recoger a mi hija. Pero ya es muy tarde. Me subo a la grupa del toro, con la guitarra en bandolera, y con un toque de talones, el toro enfila rápidamente la calle hacia el colegio.

En la puerta están padres y madres esperando a sus hijos. Cuando me ven llegar encima del toro, todos se esconden detrás de los coches. Mi hija, que estaba con un grupo de amigas, se me acerca asombrada, así que le digo que se suban todas, que nos vamos para casa.

El toro nos ha traído a casa. Estamos celebrando la fiesta de cumpleaños, y como premio, él tiene un regalo especial: un cuenco lleno de chocolate, que se lo está tomando muy contento, sin parar de mover el rabo.

 

 

 

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