En un pueblito de los pirineos, a tan solo diez minutos andando por la orilla del riachuelo. Llegamos a su nacimiento, y allí vivía una anciana en su cabaña. Llevaba teniendo 90 años otros 90. Cuenta la historia, que su madre era una bruja muy envidiosa. Y cuando Silvana cumplía 15 años, se puso tan bonita que llamaba la atención. La madre , celosa, la ató a un árbol que había junto a su cabaña, y la joven, estuvo tres noches y tres días, que solo bebía, un brebaje tres veces al día. Al cuarto día, Silvana había desaparecido, y en su lugar estaba una anciana.
—Madre ,¿Que ha pasado?, ¿Por que me has castigado? -Le pregunto Silvana
—No ha pasado nada, tenias que aprender una lección por descarada,
Silvana calló, y se fijó en el árbol, se había secado y tenia unas grandes raíces.
—Que raro está el manzano ¿Por que se ha secado?
—¡Tu lo has secado!— le reprocho la madre— y por eso te ha castigado y mira como estás, le dijo mostrándole un espejo. Silvana no se lo podía creer, Sabía que había sido su madre . Calló y se puso a trabajar en el huerto.
Pasaron los días y los meses. Y llegó la navidad, Silvana fue al árbol seco y diciéndole
—Querido árbol, es una lástima que este año no puedas regalarle tus frutos a los chiquillos. Y una lágrima llena de amor, cayó en las raíces del árbol. Este en `pocos segundos floreció, y para asombro de Silvana, en menos de un suspiro las flores se transformaron en rojas y dulces manzanas. Esa misma tarde aparecieron unos chiquillos y les regaló un par a cada uno, al rato vinieron más y con una amable sonrisa ella les iba regalando los frutos. Los niños la abrazaban agradecidos por tan rico regaló. La bruja consumida por la envidia, abandonó a su anciana hija. Esta liberada de la presencia de su madre vivió feliz en su cabaña. Cada Navidad los chiquillos iban por sus manzanas, y con el tiempo ellos crecieron, pero fueron sus hijos, y los hijos de sus hijos. El manzano seguía seco todo el año excepto en Navidad que la anciana derramaba su lágrima de amor y éste daba sus frutos.
Las últimas navidades después de repartir la última fruta se sentó bajo el árbol, apoyada en sus raíces y se quedó dormida. Éstas abrazaron con cariño a Silvana y la acunaron. Silvana desapareció, pero a cambio siguió dando cada año sus ricos frutos por Navidad.
Teresa Gómez