El fin de las vacaciones. Relato por Ana Illescas

   El fin de las vacaciones

          Jana iba desde pequeña todos los veranos a casa de su abuelo. El día que cumplía 11 años le regaló un libro muy antiguo.

        —Toma Jana, es un libro que lleva muchas generaciones en nuestra familia. No lo pierdas, ni tampoco se lo des a leer a nadie. A mí me lo regaló mi abuelo cuando cumplí 11 años también —dijo el abuelo con misterio.

        —Gracias abuelo —le respondió Jana mientras ojeaba el viejo y polvoriento libro. En la portada ponía: Bardoc Casttle. Se quedó sorprendida al ver su interior.

        —Pero… ¡Pero si está escrito a la mitad!¡Está incompleto!

        —Todos los Bardoc escribimos nuestras experiencias en él.

        —¿Qué experiencias?

        —Tú léelo. Y sabrás que escribir.

        Por la noche comenzó a leer el libro, cuando se apagó la luz del cuarto. Jana encendió el móvil y le dio al interruptor de la luz, pero seguía apagada. Entonces se levantó de la cama y salió del cuarto. Descalza, con su camisón de franela y móvil  en mano iba andando por el crujiente pasillo de la tercera planta. Jana se paró a escuchar, pero solo oía  el latido de su corazón y su respiración agitada. Encendió las luces del pasillo y todo se iluminó.

        —¿Qué hace aquí señorita? —le preguntó el serio y acartonado mayordomo. Jana se quedó sin aire del susto.

       —Esto… Salí a comprobar si había luz en el resto del castillo. Se fue la luz de mi cuarto.

        —Vamos a ver —le dijo el mayordomo dirigiéndose al dormitorio de Jana. Pasó y le dio al interruptor y el cuarto se iluminó —.Todo normal señorita ¿algo más?

        —No gracias. —respondió la niña extrañada. “¿Me lo habré imaginado?”

Volvió  a abrir su libro y nada más empezar la primera página, volvió a apagarse la luz. A Jana se le erizaron todos los bellos. Sentía que el aire estaba frío y comenzó a temblar. No sabía si del frío o del susto. Nada más cerrarlo se encendió la luz. Miró el libro y ya no estaba sobre la cama donde lo había dejado. Si no en la mesilla de noche. De un salto se fue corriendo al dormitorio de la madre. Sus pisadas retumbaban y tenía la sensación de quela seguía alguien, pero no se atrevió a mirar atrás.

         —Mamá ¿puedo dormir contigo?

        —Claro cariño ¿Qué sucede? Jana le contó lo sucedido. ¡Qué odio que nos haga esto! Yo tampoco pude leer nada del libro cuando me lo regaló. Mañana volvemos a casa y podrás leerlo más tranquila.

        Entre los brazos de su madre Jana se relajó y se durmió.

        El castillo estaba revuelto, era fin de temporada y todos se volvían a Viena. Sábanas cubriendo muebles y las cortinas echadas daban un aspecto fantasmal al castillo. En la avioneta Jana abrió su libro y comenzó a leer…

        “Yo quería ser médico y curar a la gente, pero no pasé de ser una triste ama de casa…”

       Un tremendo trueno sobresaltó a todos, la avioneta tembló, mientras la madre de Jana gritaba ella veía cómo se incendiaba un motor. De pronto apareció el piloto y les dio los paracaídas. El mayordomo se lo colocó al abuelo y a la madre, el piloto a la niña. Cuando el abuelo saltaba le gritó:

        —Jana no te olvides de coger el libro. La niña se dio la vuelta para cogerlo, pero fue empujada por el mayordomo que le dijo:

       —¡A la mierda con el libro, no trae más que desgracias!

        Desde el aire todos pudieron ver cómo explotaba la avioneta y con ella una antigua tradición.

 

 

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